miércoles, agosto 23, 2006

El cosaquito en verano






De noche

Cada noche contemplo el sueño plácido de mi hijo. Me quedo a su lado en la oscuridad oyéndole respirar, asegurándome de que está bien, de que este pequeño milagro no se ha desvanecido al ponerse el sol, le beso suavecito en el pelo y doy gracias a Dios por haberle traído a mi lado. Mientras miro su carita rubia arrebujada entre las sábanas de Spiderman me debato entre la felicidad de tenerle a mi lado y la tristeza de pensar en que alguien tuvo que renunciar a él para que nosotros pudiéramos encontrarle. Pienso en como puede abandonarse algo tan hermoso, qué puede hacer que una madre renuncie a un hijo.

Si ella no hubiese tomado esa terrible decisión éste no sería mi hijo, esta sangre que siento tan mia como si corriese por mis venas, esta sonrisa en la que hasta me reconozco, este niño que me ha dado la vida no sería mio, este amor que da razón a todo no existiría, su vida y la nuestra serían otras muy distintas. Es muy duro dar gracias porque una madre haya perdido lo más hermoso del mundo para que otra madre lo haya podido ser. Pero es asi, una renuncia tan absoluta y dolorosa puede engendrar toda esta felicidad.


Todas las noches pienso en como sería la vida de mi hijo si no estuviera aquí en su cuarto empapelado con Winnie the Pooh, apretando mi mano, con nuestros desvelos guardando su sueño, pienso en como debían ser las noches en el cuarto de las veinte cunas, en si alguien acudía a consolarle cuando lloraba por la noche, en cuantas noches pasó solo sin que nadie le cogiera la mano, le leyera un cuento o le cantara bajito para ayudarle a dormir, pienso en que nadie le abrazó nunca para darle el biberón que probablemente aprendió a tomar tumbado de lado con el biberón sujeto ente los barrotes de la cuna. Pienso en que estaría haciendo este pequeño terremoto que tiene tantas ganas de comerse en el mundo si siguiera encerrado en aquella habitación de la que siempre quería escapar, en como sería su vida si no nos hubiésemos adoptado y se me encoge el corazón imaginando que ahora mi hijo podría estar aún en un cuarto grande lleno de niños solos, condenados a años sin abrazos, sin saber que hay todo un mundo esperándoles fuera, niños hermosos de ojos tristes que ven la vida desde un cristal, que no conocen algunas de las palabras más hermosas que se pueden decir en cualquier lenguaje: madre, padre, abuelos...

Y me vienen a la memoria las docenas de niños que seguirán allí, en la casita verde, en todos los que quedaron cuando Alex se fue: el chinito, la maestra en fugas, el rubio gordote.... Y también en mi hija, esa niña que debemos encontrar y que nos espera ya sin saberlo en un lugar de Kazajstan, quizá también en una habitación grande llena de niños de ojos tristes.

Alex se despierta a veces llorando y gritando mami, mami, como casi todos los niños, pero no puedo evitar pensar con que soñará mi hijo, ¿soñará quizá que nos pierde, que de pronto desaparecemos igual que yo sueño a veces con que algo o alguien le aparta de nuestro lado?. O quizá solo sueña con brujas maléficas que hacen que hermosas princesas se pinchen con agujas y con tiburones que quieren comerse a peces despistados.... No llores, mi principe cosaco, nosotros te defenderemos siempre de las brujas maléficas y los tiburones, y nunca más volverás a estar solo. Te le prometo.